En São Paulo, la pizza se hizo popular incluso antes de llegar al norte de Italia, según una investigación de la USP sobre la inmigración italiana.
La pizza, uno de los mayores símbolos de la cocina italiana en Brasil, se convirtió en una tradición en São Paulo a principios del siglo XX. Lo sorprendente es que, en aquella época, el plato aún era desconocido en gran parte del norte de Italia, de donde provenían muchos inmigrantes.
La observación es del periodista. Silvana Azevedo de AlmeidaDoctora por la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas (FFLCH) de la USP. Durante diez años, investigó cómo los inmigrantes italianos influyeron en la gastronomía paulista y creó el concepto de "cocina patrimonial", una cocina que preserva y transforma las tradiciones a lo largo del tiempo.

“Los paulistas comían pizza incluso antes que algunos italianos del norte, donde el plato sólo se popularizó mucho más tarde”, afirma el investigador, basándose en entrevistas y documentos históricos analizados. durante su tesis.
El origen napolitano de la pizza
La pizza tal como la conocemos se originó en Nápoles, al sur de Italia. Tradicionalmente hecha con masa fina, salsa de tomate y unos pocos ingredientes, era una Comida popular entre las clases más pobres.
Hasta mediados del siglo XX, la pizza era poco conocida en el norte de Italia, como Lombardía, Piamonte y Véneto, regiones de donde partieron miles de inmigrantes hacia Brasil. Fue solo después de la Segunda Guerra Mundial que el plato se extendió al resto del país europeo.
Llegada a Brasil
En São Paulo, los primeros hornos de pizza aparecieron en el barrio de Brás, uno de los principales bastiones de la colonia italiana. Inicialmente, era un alimento reservado para fiestas comunitarias y panaderías de barrio. Pero en las décadas siguientes, comenzó a servirse en restaurantes y cantinas.
Las primeras pizzerías de São Paulo surgieron entre 1910 y 1920. Pronto, el plato se adaptó al gusto local, con nuevos ingredientes, masas más gruesas y hornos más grandes. La pizza paulista, elaborada con abundante mozzarella, masas altas y variedad de ingredientes, adquirió identidad propia.
Hoy en día, São Paulo alberga alrededor de 5 pizzerías y consume más de 600 pizzas al día. La ciudad es considerada la segunda mayor consumidora de pizza del mundo, solo superada por Nueva York.
Un plato reinventado
La investigadora enfatiza que la pizza brasileña es resultado directo de la adaptación cultural. «Los italianos se encontraron con ingredientes diferentes y una clientela con sus propios hábitos en Brasil. Esto requirió cambios que no borraron los orígenes del plato, sino que crearon una nueva tradición», explica.
En Brasil, la carne de res se consume con más frecuencia, los condimentos son más intensos y el queso se usa con más frecuencia. El horno de leña, heredado de la tradición napolitana, se ha mantenido, pero la variedad de sabores ha crecido: pepperoni, pollo con queso catupiry, queso portugués e incluso dulces como chocolate y plátano.
Según Silvana, la pizza es un claro ejemplo de “cocina de herencia”: una cocina que se transforma sin perder su función de preservar recuerdos e identidades.
La pizza como vínculo cultural
Para los inmigrantes italianos, abrir una pizzería era más que una actividad comercial. Era una forma de mantener vivas las tradiciones de su tierra natal y crear un espacio de pertenencia en su nuevo país.
Con el tiempo, la pizza pasó de ser un simple símbolo de inmigración a formar parte de la identidad de São Paulo. Hoy en día, está presente en todas las zonas de la ciudad, desde los barrios tradicionales hasta las afueras, con versiones para todos los gustos y presupuestos.
El investigador concluye que la pizza brasileña, si bien es distinta de la original, lleva en su esencia el mismo espíritu comunitario y afectivo de la tradición napolitana. «Es un plato que ha unido culturas, cruzado océanos y se ha reinventado sin perder su esencia».
