La Liga, liderada por Matteo Salvini, viceprimer ministro y aliado del primer ministro Giorgia Meloni, tomó la primera línea de la oposición a Decreto-Ley 36 que restringe el acceso a ciudadanía italiana por descendencia (ius sanguinis). Con una articulación eficiente, el partido revirtió el escenario político al interior de la coalición gobernante.
La norma, firmada por Antonio Tajani, también viceprimer ministro y ministro de Asuntos Exteriores, presidente del partido Forza Italia (FI) —, determina que solo los descendientes con al menos un abuelo nacido en Italia Puede reconocer la ciudadanía. La Liga reaccionó inmediatamente, acusando al texto de violar el principio de ius sanguinis — el derecho a la ciudadanía por lazos de sangre.
Hasta entonces considerada una fuerza equilibradora en el gobierno, la Liga logró presionar a los Fratelli d'Italia para que cambiaran su postura. Aunque el partido de Meloni no se opuso públicamente al decreto, presentó enmiendas y comenzó a considerarlo “demasiado restrictivo”. Tajani, el autor de la propuesta, quedó aislado incluso dentro de su partido.
El argumento de la Liga es doble. Además de los intereses electorales —muchos candidatos viven en regiones históricamente vinculadas a la emigración italiana, como Véneto, Friuli y Lombardía, bases del partido—, hay una cuestión de principios. Para el legistas, el requisito de haber nacido en territorio italiano viola la tradición jurídica de ius sanguinis.
Otros grupos de base, como los Moderados vinculados al MAIE (Movimiento Asociativo de Italianos en el Extranjero), también se opusieron desde el principio. Si el decreto no es aprobado por el Parlamento dentro de 60 días, pierde su validez.
Si se rechaza la enmienda propuesta por la Liga, existe el riesgo de que el partido vote en contra del texto final. En este escenario, el desgaste político podría ser significativo y comprometer la estabilidad de la coalición liderada por Meloni.
Presión interna y reacciones externas
La disputa trascendió las fronteras italianas. La reacción más intensa vino de donde el gobierno menos la esperaba: el Brasil.
Los principales partidos de Brasil, como el MDB y el PL, así como asociaciones tradicionales como la Asociación Cristiana de Trabajadores Italianos (ACLI), Trentini en el mundo e italianos en el mundo, por ejemplo, publicó notas oficiales criticando el decreto. En las redes sociales, los perfiles de Tajani, Salvini y Meloni se vieron inundados de críticas de descendientes que se sienten directamente afectados.
La movilización también llegó al cuerpo diplomático. Embajadores de países latinoamericanos se reunieron en Roma para discutir el decreto. El embajador de Brasil en RomaTambién participó Renato Mosca de Souza. Brasil es un socio comercial importante de Italia.
Periódicos y personalidades de la comunidad ítalo-brasileña calificaron la medida de “excluyente” e “injusta”, alimentando una ola de movilización.
En medio de las protestas, la campaña en línea “Cambiar las leyes o boicotear los productos italianos” (“Cambien la ley o boicotearemos los productos italianos”).
Aunque no supone una amenaza inmediata para la economía italiana, el gobierno teme que el rechazo internacional al decreto pueda alimentar un boicot que gane impulso y eco entre las comunidades de descendientes en el extranjero.