Italia, uno de los destinos más buscados del mundo, está invirtiendo en alternativas al turismo de masas, especialmente en ciudades como Roma, Veneza e Florencia. Entre las iniciativas destaca el turismo slow, que favorece experiencias conectadas con la naturaleza y las comunidades locales.
Un ejemplo emblemático es la Vía Francígena, un antiguo camino de peregrinación que conecta Inglaterra con el Vaticano, pasando por Francia, Suiza e Italia. Con 1,9 kilómetros en territorio italiano, la ruta atraviesa 16 regiones y alrededor de 600 municipios, ofreciendo paisajes variados, desde montañas hasta llanuras, y experiencias culturales y enogastronómicas. Alrededor de 50 mil personas recorren la ruta anualmente, y el 70% regresa para nuevos viajes.
“Recorrer la Vía Francígena es un viaje mítico que conecta diferentes culturas. Es una forma auténtica de descubrir pueblos y ciudades poco conocidos”, afirma Luca Bruschi, director de la Asociación Europea de la Vía Francígena.
Otro ejemplo es el proyecto “Turismo al femminile”, desarrollado en Toscana. La iniciativa promueve itinerarios que resaltan la presencia femenina, centrándose en campos, colinas, playas y sitios del patrimonio histórico. Uno de los itinerarios presenta Florencia desde una perspectiva femenina, abarcando figuras como Anna Maria Luisa de Medici y Agata Smeralda.
Estas propuestas valoran el contacto humano y la riqueza cultural, invitando a los viajeros a reducir el ritmo y experimentar Italia de una manera auténtica.